Todo comienza en Cúllar en 1747 cuando D. Mateo Muñoz del Barrio, cura de la parroquial y hombre de grandes recursos económicos, sufre una enfermedad repentina (apoplejía) que lo postra en la cama en peligro de muerte.El día del ataque su casa se llena de gente dada su importancia como adinerado y como personaje social, comunicándose su situación esa misma mañana en la misa. Un médico, un cirujano, el gobernador de la villa, familiares, amigos, conocidos... todos pasan a interesarse por el enfermo (entre ellos D. Tomás Jiménez Muñoz, nuestro antepasado y casado con una Muñoz pariente de D. Mateo). Los hechos que ocurren a continuación cambian totalmente según la versión de quien los cuenta: los Martínez Vallejo por un lado, miembros de la familia por parte materna, o los Muñoz de la rama paterna.
Los familiares maternos parece que no eran muy del agrado del protagonista mientras que con los Muñoz mantenía una estrecha relación, especialmente con D. José Muñoz Baena, a quien llamaba "primo" y había tratado desde que era un niño, y por afecto le encomendó el gobierno de su casa y propiedades cuando creció. Y por eso fue el principal heredero de su fortuna.
Pero volvemos con D. Mateo, agonizando y sin testar. La situación apremia pues tampoco ha recibido la confesión ni la extremaunción, por lo que viendo que no reacciona ante las voces y toques de los presentes, según la familia materna y sus testigos,D. Lucas Gómez del pozo, hombre colérico y lleno de deudas que junto a su hijo D. Torcuato habían preparado algunos papeles para el testamento, pasan a pellizcarle la nariz y tirarle de las orejas llamándolo para que reaccione, de manera que le dejan la nariz amoratada y le descuelgan las orejas por la fuerza empleada. Viendo que no recupera la consciencia ordenan al doctor que le administre alguna medicina que lo haga despertar, lo cual hace valiéndose de una caña de pluma que introduce por los orificios nasales, consiguiendo q por fin D. Mateo abra los ojos para su mal, pues en ese mismo momento D. Lucas y su hijo comienzan a presionarle a viva voz preguntando:"¿Quiere vuestra merced otorgar el testamento?" a lo que el moribundo responde una y otra vez que no. Airados, mandan calentar dos ladrillos en las ascuas y una vez ardiendo los ponen en los pies de D. Mateo volviendo a insistir, pero el pobre sacerdote no hace si no negar moviendo la cabeza de un lado a otro. Esto pone a los torturadores fuera de si, cogen un cordel de cáñamo y separándole las piernas lo atan a los genitales y apretaron cada vez más fuerte sin conseguir el si. Entonces aparece en escena D. Pedro Romero, otro sacerdote de Cúllar, portando un crucifijo en las manos y mostrándoselo al enfermo mientras era torturado y le preguntaba:"¿Crees en este?" a lo que D. Mateo respondía "Si", para inmediatamente después preguntar:"¿Quiere confirmar el testamento?", a lo que se seguía negando. Y así fueron alternando rápidamente las preguntas mientras lo maltrataban, esperando confundirlo hasta que una de las afirmaciones la dieron por válida, saliendo D. Lucas y D. Torcuato corriendo a su bufete donde estaban los papeles que tenía preparados y comenzaron a escribir frenéticamente ante todos, seguramente amañando la verdadera voluntad del torturado y haciendo que los Muñoz heredaran la mayor parte de fortuna, por lo que la rama materna pedía la nulidad del testamento.
Del otro lado el testimonio es bien distinto. Afirmaron ser cierto que se le estuvo llamando a voces ante todos los presentes y que se le pellizcó intentando que despertara, pero sin las lesiones descritas anteriormente. Pidieron al médico que le administrara "espiritosos" (supongo que algún licor fuerte), lo que hizo efectivamente como se había descrito por los otros testigos con una pluma por la nariz, para que el cuerpo tragara como acto reflejo y los vapores lo reanimaran. D. Mateo abrió los ojos y se le preguntó si quería otorgar como testamento los papeles que había preparado con D. Lugas y su hijo, hombre de su confianza, a lo que respondió "No señor"; pero se le recordó que estaba en peligro grave y que iba a morir "ab intestato", y ante esto el sacerdote dio la conformidad. Entonces D. Pedro Romero, cura compañero de la parroquia y uno de los tres sacerdotes presentes, avanzó con un crucifijo en las manos y mostrándoselo le preguntó:¿Reconoces a este como tu señor? - Si- respondió, y viendo que estaba lúcido le apremiaron que escogiera a uno de los tres para confesar, lo cual hizo D. Mateo y para las dos de la tarde ya había recibido la unción de enfermos, experimentando una leve mejoría hasta su muerte esa misma noche.
Quién ganó el juicio es algo que no se refleja en las probanzas de donde he sacado este suceso, aunque la versión de los Martínez Vallejo no parece muy convincente teniendo en cuenta que la casa estaba llena de gente ajena a la familia, y de principales de Cúllar que representaban no solo al ayuntamiento, si no a la justicia del lugar. Pero si que dejan muy claro hasta dónde se podía llegar, mintiendo o con hechos, por conseguir un vínculo que conllevaba una fuerte suma de dinero.